Esfuerzos pequeños que suman a los grandes cambios

Esfuerzos pequeños que suman a los grandes cambios

Construir un mundo más equitativo y justo en la diversidad es un trabajo colectivo. Nuestras acciones en sociedad contribuyen a la creación de espacios seguros, en los que la empatía ayuda a generar conciencia sobre las necesidades propias y ajenas y a transformar realidades a partir de una verdadera inclusión. 

Son precisamente los pequeños esfuerzos los que, poco a poco, generan grandes cambios. Los actos cotidianos van determinando nuestro entorno y así podemos, en comunidad, cimentar la sociedad que desde las espiritualidades queremos dejar a nuestros niños y niñas: una en la que la igualdad, la justicia social, la representación y otros tantos derechos humanos sean verdaderamente respetados.

"Somos mucho más fuertes cuando nos tendemos la mano y no cuando nos atacamos; cuando celebramos nuestra diversidad y juntos derribamos los poderosos muros de la injusticia”, dijo en alguna ocasión y de forma muy acertada la activista estadounidense Cynthia McKinney.

Por eso, considerando que las comunidades religiosas creemos en la importancia del verdadero compromiso con construir un mundo y con mayor equidad, te queremos dejar algunas acciones que puedes implementar en tu vida diaria para contribuir con el cambio:

  • Revisa tus privilegios y acércate a personas diferentes a ti 

Los seres humanos tenemos múltiples diferencias y, al menos en el comienzo de nuestras vidas, estamos parcialmente condicionados por factores como el lugar en el que nacemos, la capacidad adquisitiva de nuestra familia, el acceso a la educación y un sinfín de situaciones que nos dejan en mayor o menor desventaja respecto a las demás personas.

Es importante que revises cuáles son los privilegios que tienes y la manera en que te ubican en la sociedad. Esto no solo te permitirá agradecer por tu experiencia de vida, sino que te ayudará a entender los contextos de otras personas —asociados a otros rasgos como la etnia, el género, situaciones de discapacidad, etcéteray sus posibilidades. 

Esa conciencia será el primer paso para que, como comunidades religiosas, comencemos a romper las barreras que existen y que contribuyen a que se profundice todavía más la inequidad por las condiciones individuales.

  • Comparte las labores de cuidado y exige igualdad de oportunidades

“Las mujeres se ocupan tres veces más del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que los hombres”, según información de la ONU que, además, señala que esto implica un gasto de energía y tiempo que las mujeres podrían emplear para avanzar en sus proyectos profesionales y personales, lo que incrementa la brecha en relación con los hombres.

Por eso, no basta con ser consciente de esta diferencia si no se toman acciones concretas en pro de la igualdad de género. La voluntad masculina para compartir las labores de cuidado y para reclamar las mismas oportunidades para todas las personas termina siendo fundamental en la mejora de este factor.

  • Di no al adultocentrismo: reconoce las necesidades particulares de niños, niñas y adolescentes

¿Recuerdas las atenciones y cuidados que te daban tus padres cuando eras niño o niña? ¿Viviste una adolescencia en la que no comprendías por qué la gente mayor no podía ponerse en tu lugar? No repitas los patrones con los que generacionalmente se han tratado a los menores de edad. Eso no solo genera espacios inseguros para ellos, sino que puede desencadenar comportamientos injustos de nuestra parte. 

Los niños, las niñas y los adolescentes tienen necesidades propias que deben ser atendidas. En las edades tempranas hay mucho por comprender sobre el mundo y las personas adultas somos las encargadas de orientar con paciencia si queremos construir una sociedad con mayor equidad.

  • Procura ser solidario si tienes la posibilidad

Dar a quienes tienen menos es fundamental para mejorar la vida en comunidad. Y aunque atender las necesidades básicas con aportes a la alimentación, medicamentos y otros cuidados es clave, la solidaridad no se trata solo de lo material. 

Comparte tus conocimientos, tu tiempo para apoyar en ciertas labores, dona sangre, ayuda a personas ancianas en situaciones que pueden ser difíciles para ellas como al movilizarse o cargar una bolsa— y, por qué no, haz un voluntariado en algún lugar que requiera manos extra o realiza tu propia actividad para recoger recursos y donarlos a quienes más lo necesitan.

  • Comprométete con una causa

El compromiso con una causa implica que conocerás desde adentro uno de los tantos motivos por los que actualmente se movilizan las personas en el mundo. Serás consciente de los retos que tiene la desigualdad económica, de género, por razones de etnia y un largo etcétera y podrás contribuir, desde tus posibilidades, a que esa causa se visibilice y sea considerada en políticas públicas o en espacios cotidianos de convivencia.

 

Así como estos, son varios los pequeños esfuerzos que puedes incluir en tu vida cotidiana para transformar el mundo y contribuir a una verdadera inclusión. Se trata de revisar nuestra historia, comprender que no todas las personas hemos tenido las mismas oportunidades y que, como espiritualidades, podemos aportar al cambio de distintos paradigmas que se han normalizado en la sociedad. 

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